Los radiadores son los encargados de crear una temperatura agradable en casa y, aunque no lo parezca, también tienen un importante impacto visual en las habitaciones en las que se encuentran. Incluso algunos radiadores antiguos, o los clásicos de hierro forjado, dan a nuestro hogar un toque rústico a la par que elegante.
Como apenas les solemos prestar mucha atención, es bastante común que tras unos años amarilleen, la pintura se descascarille o aparezcan manchas por acumulación de polvo junto a las tan comunes rozaduras de zapato.
01 Elegir Pintura
Con una mano de pintura podemos deshacernos de estas imperfecciones a golpe de brocha. Eso si, recuerda que hay que utilizar una pintura adecuada que cumpla una serie de requisitos como:
- Buena adherencia: como la pintura de los radiadores suele ser especial permite muy poca fijación sobre ella. Necesitamos una pintura adecuada para superficies metálicas lacadas.
- Resistente al calor: sobra decir que la pintura que utilicemos para estos elementos debe resistir bien el calor. Muchas pinturas decorativas no están diseñadas para ello y pueden verse afectadas por un excesivo calor.
Para pintar elementos metálicos conviene utilizar la pintura Todo Terreno puesto que se adapta perfectamente a los requerimientos que necesitan este tipo de elementos.
02 Elimina la suciedad
Antes que nada, elimina los restos de suciedad, óxido y pintura en mal estado. Si se trata de suciedad, tan solo pasa un trapo con un poco de lejía rebajada con agua. En caso de que sea óxido o pintura desprendida puedes usar una espátula, un taco de lija o un cepillo de púas metálicas para desprenderlos del radiador.
03 Pinta
Una vez la zona esté limpia empieza a trabajar con el radiador aplicando una primera capa con una brocha. Cuando se seque esta capa aplica otra más para garantizar una cubrición perfecta.
Como último paso puedes lacar el radiador para protegerlo aún más y evitar así que se acumule la humedad y el polvo.