El lijado es un paso fundamental en casi cualquier tarea de bricolaje. Bien sea para preparar un soporte, bien sea para conseguir un buen acabado antes de pintar, la lija está presente en casi cada consejo que hemos venido dando en Bricopared. Sin embargo, hay todo un mundo de lijas entre las que elegir y, llegado el momento, pueden surgirnos dudas. Por eso creemos que ha llegado el momento de contaros algunas cosas sobre ese instrumento tan imprescindible; hablemos, pues, de lijas.
01 El tipo de grano
El tipo de grano empleado en la fabricación de la lija determina sobre qué materiales debe usarse. Sin embargo, saber si una lija es de carburo de silicio, óxido de aluminio o corindón de circonio, no nos interesa como bricoladores, pues los fabricantes ya especifican claramente en el empaquetado qué lijas son para madera, metal, pintura etc.
En cambio, sí es interesante saber que existen dos formas de disponer el grano sobre la lija. En las llamadas lijas de grano cerrado, las más habituales, los granos recubren uniformemente toda la superficie. En las lijas de grano abierto, en cambio, los granos forman pequeñas agrupaciones, con espacios vacíos entre ellas. Esto sirve para evitar el “embozado”, es decir, que el polvo desprendido al lijar forme una capa que haga cada vez más difícil el proceso de lijado. Por eso, las lijas de grano abierto están especialmente indicadas para lijados intensos de maderas resinosas, pinturas, masillas, yesos muertos, etcétera.
02 Tamaño del grano
En la elaboración de lijas, el cribado es un aspecto fundamental. Independientemente del material que se esté utilizando como grano, cada lija debe presentar un granulado de tamaño uniforme. Estamos hablando de micras de diferencia entre unas lijas y otras, pero lo cierto es que esas micras marcan una gran diferencia.
Para saber exactamente qué lija necesitamos en cada caso debemos guiarnos por el código numérico de criba, lo que generalmente llamamos ‘talla’. Como este número hace referencia al número de granos por pulgada cuadrada, cuanto más grueso sea el grano, menor será el número; es decir, más basta será la lija en cuestión. Estas tallas van desde el número 30 al 600, pero podemos distinguir tres grandes grupos.
- Entre el 30 y el 80 están las lijas gruesas o muy gruesas. Son especialmente útiles para retirar pinturas o capas gruesas de material.
- Entre el 100 y el 120 se encuentran la lijas medias. Son útiles para lijar maderas lacadas o para pulir maderas duras.
- Entre 150 y 600 están las lijas finas o muy finas, ideales para lograr un buen acabado en cualquier superficie.
En cualquier caso, los expertos indican que para conseguir un buen lijado es necesario utilizar varias tallas, siempre empezando con las gruesas y acabando con las finas.
03 Lijas especiales
Además del clásico papel de lija, existen otras opciones, algunas de las cuales nos pueden venir realmente bien en nuestros trabajos de bricolaje.
- Las esponjas lijadoras son muy útiles para lijar en superficies irregulares. Pero como además permiten una postura de agarrado cómoda, se utilizan mucho para trabajos de pared, especialmente para conseguir un buen acabado en reparaciones con plastes y masillas. Desgraciadamente, no suelen presentar una variedad muy amplia de tallas.
- La lana de acero no es exactamente una lija, sino más bien un estropajo metálico. Si embargo, es muy útil para trabajos en madera. Sirve para decapar, retirar ceras viejas o matizar barnices. También es ideal para abrillantar y pulir metales como tiradores, bisagras, o los clásicos cabeceros de cama de latón.
- Las limas y escofinas tampoco son estrictamente lijas, pero sirven como complemento al lijado. Se utilizan para desbastar y alisar madera o para reducir cantos vivos, entre otras cosas.
Por lo demás, os recordamos que es recomendable utilizar ciertos elementos de seguridad como guantes, gafas o mascarilla cuando el trabajo de lijado es de cierta envergadura y genera mucho polvo, o cuando el material desprendido, bien sea del soporte, bien sea de la propia lija, pueda ser peligroso. Es el caso, por ejemplo, de las virutas metálicas o los productos químicos de ciertas pinturas.