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Hace algún tiempo os dimos algunos trucos para crear diferentes efectos visuales con la pintura de las paredes. Hoy vamos a hablar sobre algo que ocurre muy a menudo cuando decidimos dar algo de color a una estancia: la decepción de comprobar que el color que habíamos escogido para nuestras paredes no queda como lo habíamos imaginado.

Escoger un color para nuestras paredes no suele ser un proceso corto. A menudo pasamos horas en un mar de dudas, revisando la paleta de color, cambiando constantemente de opinión. Una paleta de color moderna es capaz de poner en un aprieto al más decidido; incluso aunque tengamos más o menos claro qué tipo de color buscamos, en cuanto abrimos un libro de muestras descubriremos que hay que hilar muy fino para decidirse entre las decenas de tonos que hay de cada color.

Y sin embargo, después de tanto pensarlo, no es raro que nos arrepintamos de nuestra elección después de haber aplicado un par de manos de pintura. Eso es debido a que la forma en la que percibimos los colores depende de muchas cosas.

Observa la siguiente foto:

colores y puertas verdes

Ambos cuadrados parecen del mismo tono de color verde ¿verdad? Pues lo cierto es que se trata de dos colores bien distintos, como puedes apreciar en la siguiente imagen:

dos tonos de verde

Esto ocurre porque el cuadrado verde de la izquierda está rodeado de tonos más claros que el de la derecha.

De la misma manera, la luz que incide sobre un entorno hará que percibamos un determinado color de una forma u otra. Este es un efecto bien conocido por todo aquel que se haya probado ropa en el cambiador de una tienda. En definitiva, el color no es más que una manifestación de la luz y, por lo tanto, lo percibiremos de manera distinta en función de la luz que incide sobre él.

Entonces ¿cómo podemos asegurarnos del que el color que escojamos encajará con lo que nos hemos imaginado? Ahí van unos consejos.

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